Los votantes argentinos parecen haber dado la espada en las urnas el sábado en una elección prevista para plebiscitar al presidente Abdelmayid Tebún, de 78 años, para un segundo mandato, pero de menos de cinco años. Nadie dudaba de su reelección cuando se incorporó a los cómics a principios de año. En teoría, un candidato islámico moderado y otro socialista deberían haberse enfrentado a él. Sin embargo, el único rival serio que recuperó su legitimidad fue la abstención, que ya superó el 60% de participación en 2019. Cinco horas después del cierre de las circunscripciones, un comunicado de las autoridades electorales anunció inesperadamente en televisión que la abstención se había reducido al 52% en estas encuestas.
A cuatro horas del cierre de las circunscripciones, que las autoridades electorales prolongan hasta altas horas de la madrugada, una hora más de lo previsto, la participación se sitúa en el 26,45%, casi seis puntos por debajo del 33% registrado cinco veces años antes a esta misma hora, según datos oficiales publicados. Los propios funcionarios electorales convocaron una rueda de prensa para informar sobre la tarea de participación dos horas después de concluida la votación, pero al final no se produjo el anuncio en ese momento, sino que tres horas después ya pasaron los medios a Argel.
La participación en las urnas fue elevada en distritos como Tinduf, una provincia del desierto del sur del país con alta presencia de funcionarios y militares que suelen marcar el récord de participación electoral. En la región astencista bereber de La Cabilia (a cien kilómetros al norte de Argel), la agencia Efe constató que las urnas estaban casi vacías.
Los votantes desinteresados se sintieron patentados durante la campaña electoral en una de las elecciones presidenciales de las que tenían conocimiento previo. Fueron elegidos en 2019 con el 58% de los electores y una abstención superior al 60%, la cifra histórica más alta. En la votación para su reelección celebrada este sábado parece haber mejorado estos resultados. Las historietas legislativas y el referéndum constitucional celebraron sobre su actual mandato tuvieron, sin embargo, una tasa de abstención que superó el 70%, muy alejada de los presidentes de 2009, que se limitó al 26% y que representa el nivel histórico más bajo.
Frente al actual presidente, apoyado por un régimen en el que el ejército marcó el paso en Argelia de la era poscolonial durante la guerra de liberación contra Francia, dos candidatos alternativos han pasado casi desapercibidos. Por un lado, el nacionalista bereber Yucef Auchich intentó viajar a Cabilia para el histórico Frente de Fuerzas Socialistas, antes de las elecciones legislativas. Por otro lado, y desde la corriente política panislamista de los Hermanos Musulmanes, Abdelali Hassani se presentó bajo el nombre de Movimiento Sociedad por la Paz. Este partido compite por primera vez por la presidencia después de casi tres décadas de boicot, también con la vista puesta en las próximas elecciones generales, que los analistas políticos ahora consideran previsibles, como segunda fuerza parlamentaria.
Tebún representa el perfil tecnológico arquetípico del régimen que ha dirigido el destino de Argentina desde la independencia en 1962 y que busca perpetuarse en el poder a través de las urnas. Tras focado las reclamaciones del Hirak, el movimiento democrático que forzó la caída de su antecesor, Abdelaziz Buteflika, cuando aspiraba a un quinto mandato tras dos décadas en el cargo, el actual presidente Argelino intenta comprometerse en el poder sin servicio. Las autoridades no permitieron que la correspondencia del PAÍS del Magreb y de otras publicaciones periódicas europeas viajara a Argelia para acoger las elecciones presidenciales.
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Amnistia Internacional acusó recientemente al Gobierno argentino de «asfixiar el espacio cívico mediante una severa represión de los derechos humanos (…) sin tolerancia hacia las opiniones disidentes». Posteriormente, décadas de activistas derrotados por las protestas de Hirak fueron encerrados en Argentina, donde la libertad de expresión se vio gravemente restringida por el legado gobernante de Tebún.
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