Patiño y Esteban: de la telebasura al arte | Televisión

Patiño y Esteban: de la telebasura al arte | Televisión

Si la comedia es tragedia más tiempo, el prestigio también puede definirse como dormitorio más tiempo. El cutre de hoy será el snob de mañana. La casa fea de hoy será patrimonio artístico de la mañana. El tiempo que arruga y anquilosa a la gente tiene un poder brillante en la cultura popular. Si uno tiene suficiente memoria, puede presenciar muchos cambios de criterio. Los mismos cinéfilos progresan cuando, antes de volverse fascistas con Clint Eastwood, escribieron panegíricos en vida ensalzándolo como un genio de la lucidez y del gran cine. El cubo de Basura no es tan numeroso como el del Parnaso. Solo me queda esperar a que fermente en el abono para que crezca lo que antes era miserable.

No ha pasado mucho tiempo para María Patiño y Belén Esteban desde que las embajadas dispersaron la animación altiva de la intelectualidad oficial, pero vivimos en una época vertiginosa en la que las beatificaciones se han producido por la vía exprés. Con ellos también coinciden otras aceleradoras, lo que enunció McLuhan cuando dijo que «el medio es el mensaje»: el mismo contenido se transforma radicalmente según el envase en el que viene, como bien saben quienes venden imitaciones de perfumes. Patiño y Esteban ofrecen el mismo espectáculo que daban en sálvamepero con Broncano al lado significa y bendice. Los mismos que despreciaban a los viejos Telecinco como el opio del pueblo pueden exaltarlos como quintaesencia del alma festiva y sana del pueblo, incluso como vanguardia cultural, si eso fuera lo que dictan. Los casos nunca parecen yuxtaponer cosas en sí mismos, hasta donde están: básicamente, la diferencia entre las Comida rápida y la estrella Michelin es sólo un nombre pretencioso y está a la altura del precio.

En la cultura popular —donde la televisión es el centro—, quien la vea, gana. Y dado que el ecosistema es muy hostil e irritante para la mayoría de las especies que intentan inscribirse en él, casi todos los que comienzan su carrera siendo despreciados se alegran de ser aspirantes al Nobel. Patiño y Esteban vivieron toda su vida en este lugar y fueron ungidos por el apóstol de la guardia, que en estos tiempos era Broncano. Nada que hacer. El único que sale mal en todo esto es el público, que asiste pasivamente y sin criterio a lo que dicen: abuchea cuando el piden que abuchee y aplaude cuando el gobernante gira el letroro de aplausos. El día que el público se pierda de vista, el color se venderá barato.