Me contó que el periódico Juanjo de la Iglesia escribió una vez que la Pantomima Full había “inventado algo” en un campo tan trinado como el bosquejo. Las aseveraciones de sus personajes (estereotipos modernos absolutamente reconocibles, caracterizados desde mayoritariamente hondos hasta mayoritariamente superficiales) quedan con un signo que condensa el sentimiento popular que denominamos. Aciertan en cuanto nos sentimos retraídos, y que más tarde o más nos hacemos mayores, todos caeremos en alguna de sus parodias. Y siempre cuando uno está tranquilo dice “esto no ha sido tan bueno” (esto es lo que aprendí mucho con motivo del vídeo del coleccionista de monedas Funkos).
Sería natural que se detuviera, o que cayera en una repetición de las mismas arquitecturas. Pero el mundo moderno nos permite, para nuestro sufrimiento y para nuestro consuelo, formas innovadoras y variadas de ser un completo imbécil.
La semana pasada le tocó a ella vender inmuebles a las nuevas clases altas, que enviaron su tiempo a Madrid para tratar al mundo entero como basura. Seguro que te lo dirán: algunos jóvenes resuenan y disfrutan de la música, sin sonido, de los lugares a precio de oro en zonas gentrificadas (buhardillas, barrios marginales del interior, barrios con inexplicables cédulas de habitabilidad) y también de esas cosas que dan tres puntos cardinales cada de vez en cuando.
El recorrido por el vídeo de Pantomima Full llega justo después de esto, cuando hay que agarrarlo y el vendedor se dirige, en el metro, a un piso compartido donde se sirve un yogur junto a las dos personas más descontentas. Si va al baño prestará atención y al día siguiente volverá a su rutina, mientras se cruza en su paso uno de sus juguetes, sin saberlo. Esta es la realidad de quienes venden lujo. Si buscas a los amigos de alguno de los grandes almacenes de lujo, verás cómo los vendedores novatos, algunos traicionados y otros no, esperan echar cuentas. En el sofá mira Netflix. Hay tanta, para quien compra estas piezas, gente que no sabe tener miedo.
Criticar un problema tan lacerante como el de la vida sin decir una palabra más alta que la otra, sin obviedades, sólo está a la altura de los grandes. Los Pantonima Full hace tiempo que no son humoristas. Soy lo que Azcona dice que es un escritor de verdad: alguien que ha comprendido que es humano.