Está al final del término «relativo» entre la clase política y sus políticos. ¿Dónde la mataron? Creo que leen a Faulkner y Hemingway. Tampoco ha formado recientemente los cargos supremos de los asuntos públicos con su dedicación exclusiva a las personas vulnerables, aunque su fervor por la justicia social sigue vigente. Todos están instalados, sin importar una dulce sorpresa y el triunfo de tu partido, y no será que salgan muy mal parados, que sean suicidas o idiotas.
Y recuerdo con el mismo cariño el del viejo de Brassens, que nos recibió en su camerino y en su última implementación con dos veinteañeros que éramos Fernando Trueba y yo. Le llevamos una botella de vino y un chorizo. A nosotros también nos encantan estas canciones. Sus letras siguen resonando en mi alma. Y recordé que el libertario era más inteligente y que provocó el enojo del partido comunista francés cuando afirmó: “Morir por las ideas. La idea es excelente. Muramos, estuvo de acuerdo. Pero muerte lenta”.
También recordé con pasión, con sentimiento de vergüenza, una canción del bello Paco Ibáñez en la que se refería al poeta Gabriel Celaya. Si tiene título La poesía es un arma cargada de futuro.. Y dijo: “Desprecio a los que conciben la poesía como una persona cultural, a los que se desentienden y escapan, a los que nunca serán abandonados, a los que nunca serán dejados en paz”. Los consejeros culturales de Pedro Sánchez lo pusieron en el orden del día. Lo mismo funciona con una rata.
Y hablando de poemas le respondo a alguien con lo que siempre he sido consciente. No hablo de la muerte, de lo que según Shakespeare no es un testimonio de viaje. Habla de la realidad. Esta canción demoledora se llama CambalacheEntre otras cosas lo dice: “Que el mundo fue y será una porquería ya lo se. En 506 y 2000 también. Que siempre tiene chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, que vivimos rodeados de un merengue, todos manoseaos. Siglo XX, cabalache, problemático y febril, el que no quiere a su madre y el que no la quiere es una niña”. Dialecto porteño, pero comprensible para cualquier persona con dos dedos de frente. En el siglo XXI todo es igual o peor. El cambio está encabezado por un ejército universal de ultratumba, los enclaves más temibles de la tecnología, que asumen el rol en público y en privado.