El rock sigue a la muerte: larga vida en Glastonbury | Televisión

El obituario del rock se resiste a ser escrito, a pesar de toda su antigua gloria (Rolling Stones, AC/DC, Bruce Springsteen), y continúa llenando estadios en todo el mundo. Pero fue la época en la que el género perdió relevancia como fenómeno social en la segunda mitad del siglo XX. Ningún grupo joven ha logrado hoy, desde esta plantación artística y estética, con las nuevas estrellas del pop, que son casi todas mujeres: Taylor Swift, Beyoncé, Billie Eilish, Karol G. Las nuevas generaciones, eclécticas y despreciadas, nunca han visto la rebelión en la música que escuchaban sus padres, si en casa se encontraban con los sonidos que llaman urbanos y en otras propuestas inclasificables. Esto también corre el peligro de extinguir el concepto de banda, hasta el punto de que muchos de estos solistas aparecen en el escenario sólo con bailarinas, sin otras piezas musicales a la vista.

Coincidencia o no, el festival de Glastonbury más femenino (solo: han tocado en el sitio) ha contado con la menor cantidad de guitarristas. Celebrando el final de junio, cuando los días eran muy largos en Inglaterra, Movistar+ ofrece como cada año un currículum de cinco capítulos de una hora, cuidadosamente elaborados por la BBC. Su propia televisión pública británica ofrece mucho material sobre las activaciones en su canal de Youtube (no durará más de una semana, por lo que algunos de los vídeos incrustados en este artículo desaparecerán).

Glasto, que es la personificación del rock británico desde 1972, no siente la necesidad de invitar a grandes nombres de este estilo a aparecer en el cartel. En las últimas ediciones han pasado por allí todos los Arctic Monkeys, Guns N’ Roses, Paul McCartney, Radiohead, the Who o Muse. No es así: las principales actuaciones de 2024 han sido todas escritas por otras mujeres: los nombres anunciados en grandes canciones fueron los de Dua Lipa, Sza, el músico Coldplay y la diva country Shania Twain.

Dua Lipa y Sza ofrecieron actuaciones deslumbrantes, decoradas y coreografiadas sin reservas, que les permitieron bailar ante esa masa de gente que cada día estaba magullada o desfigurada y que iba a verlo y hacerlo realidad. Bailar y cantar, que es otra marca de este festival muy participativo, para formar diferentes bandas, este año muchas palestinas. Los coros más multitudinarios siguieron a Coldplay, el grupo que tiene más peso y prestigio y que tiene un puñado de buenas canciones: mucho confeti, globo terráqueo y color nos distraen de su música, digna, si no populista. En su habitual descripción de buena diversión, le mencionó el escenario al actor Michael J. Fox, quien a medida que avanzaba padecía parkinson pero que desde su lado de la calle tomaba la guitarra con entusiasmo.

No todo está perdido para los nostálgicos. Lo que se llama rock independiente, label un tanto gastada de tanto usarla, es un menú de rock híbrido, que abraza la electrónica y la cultura de club. Al igual que Kasabian, quien fue líder del cártel durante algunos años, esta vez apareció con sorpresa y empujó a todos a botar en uno de los escenarios secundarios; como lo hizo LCD Soundsystem con sus atmósferas hipnóticas y las épicas de James Murphy. Entre los nuevos valores destaca La última cena, con un espectáculo teatral y barroco, y que volvió al año siguiente de su debut, un raro privilegio aquí. Otras bandas que repitieron, pero no en años consecutivos, fueron Idles, The National o Fontaines DC… Es difícil etiquetar a PJ Harvey, pero se encontró de acuerdo con su voz y su estilo único. Claro que no hay nada más nostálgico que encontrarnos que Cyndi Lauper y su jefe pop De vez en cuando.

Me señalaron otras propuestas muy diferentes: el K-Pop de Seventeen, el estoque Litte Simz, la electrónica hiphop de The Streets, el alma renovada de Michael Kiwanuka, los Sugababes en su largo periodo de ser reconocidos como los herederos de Spice Chicas… Y mucha música de baile, de Justice, Disclosure o Jungle. Incluido ha cabido antes el country en el escenario principal del rock, aunque es un consejo que con Shania Twain, brillante en lo suyo, entiende que ambos géneros son parientes.

En este país del sur inglés no se envía rock. La coorganizadora del festival, Emily Eavis, lo reconoce así: “El cartel refleja lo que está pasando en el mundo de la música en estos momentos. Si soy honesto, no hay muchos grupos de rock nuevos para elegir». Buen discurso tiene al respecto José Ignacio Lapido, que ejerce la resistencia granadina, y dijo en esta entrevista: “Recordé el momento de disfrutar del rock como un género que daba músicos maravillosos. No es su época dorada como lo fue en el pasado, donde actúa como un faro generacional». Pero no está muerto: “Está claro que la roca está muerta desde el comienzo del día. Lo mismo que no ha muerto el jazz, ni el blues, ni el hierba azul, por eso ni siquiera la roca”.

¿Querrá Glasto levantar los nombres consagrados, aquellos que se mantienen en su tradición, en 2025? Muchos admiraron a Oasis, el mito del siglo XX, en su regreso: los héroes Gallagher asistieron al festival, en su mejor momento, por un tiempo, separados en una carretera que no les permitía salir. Pero la banda reaparecida estaba muy desmoralizada por el hecho de estar en Glastonbury: sólo si los verían en los conciertos de su turno.

El nuevo talento del rock que está conociendo Emily Eavis tendrá que dejar paso a los mandos porque el centro de la escena lo ocupan ahora otros.

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