Mientras Armad Duplantis corría suspendido de la colchoneta de pértiga hasta la boca de su novia tras saltar 6,25 metros con ayuda de una pértiga y batía el récord mundial de salto de pértiga en los Juegos Olímpicos de París, en Cataluña todo estaba preparado para recibir a un gañán que algunos tiempo después había huido en la parte trasera de un coche y que, al parecer, se había convertido en héroe por razones desconocidas de la sustancia gris del cerebro de un sector del nacionalismo catalán. No está claro si el regreso del héroe también pasará desapercibido y será desafortunado. Agregó que el nuevo Consejo General del Poder Judicial logró, después de más de cinco años de bloqueo al constitucionalista Partido Popular, darle la vuelta al bloqueo y no cuidarse de elegir con sus 20 votos un nuevo Presidente. Si algo está claro es que en el CGPJ lo que más te gusta es bloquear o que te bloqueen. Debería ser una rutina cómoda, casi un añadido.
Ante tan colorido panorama existe la posibilidad de abstraerse, al menos por un rato, contemplando la serie Irreverente (STAR Channel España), una producción australiana en medio de un criminal de Chicago, que pasa en una traición, escondiéndose en un pequeño pueblo costero del norte de Queensland, donde pasa casualmente junto al nuevo ministro de la iglesia. Si los auténticos sacerdotes son los representantes de Dios en la Tierra, ¿por qué no puede ser un desafortunado ladrón, desafortunado pero bueno, quien representa al Supremo en un remoto pueblo pesquero australiano con un concepto de religión más confuso que lo habitual? Al final y al final de lo que hablamos son simulaciones: Núñez Feijóo simula estar en el centro y el chico del maletero simula estar sencillo.
Otra posible alternativa es ver Netflix. El diplomático, una gran producción que sigue los pasos de Kate Wyler, la nueva embajadora de Estados Unidos en Londres, para salvar el mundo y, al mismo tiempo, sus esfuerzos por salvar su matrimonio. Un lujo de decoraciones, de palacios y de limusinas además, para lecciones de diplomacia, lo que está dejando en la mesa ese Atila del siglo XXI que frecuentaba el nombre de Benjamín Netanyahu.
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