A Tamara Almeida le sorprende que apenas haya tres carteles de Nicolás Maduro en su barrio de Petare. No pasó mucho tiempo, los quitó y había muchos. Entonces me cuenta lo que dicen sobre las preguntas. Para que el candidato opositor Edmundo González Urrutia tuviera una intención de voto del 59%, un buen equipo de chavistas se propuso aprobar la convocatoria. Tamara, de 54 años, controlaba varios concejos municipales en la enorme barrera ubicada cerca del oriente de Petare (área metropolitana de Caracas), era la voz de un municipio, una casa de fuerza para el Gobierno, era parte del chavismo. Mecánicas que movieron los votos, coordina los centros de votación en las largas noches electorales venezolanas. Hoy en día hay viejos que no quieren mirarla cuando se cruzan con ella, quienes no pueden contar con ella en las encrucijadas para sacar votos una vez más para Maduro.
El pasado 2018, Tamara Almeida votó por Maduro. La vida está controlada por lo que administra el chavismo, el colapso que generó su modelo económico, el impulso hacia el desencanto. «No, solo necesitamos una bolsa [del programa de reparto de alimentos básicos CLAP], queremos comprar la comida que queremos. Son pisoteanos y humillantes y hacen que la gente despelleje poco; “esa división tiene que ver con el uso de una cancha en el barrio que debe ser para todos y no para uno u otro consejo común”, dice el país comunitario que defiende la idea del socialismo, pero no el que pretendía establecer la revolución bolivariana. “El socialismo es para quienes están interesados en el bien del pueblo y el madurismo no. Ahora los pobres son más pobres”.
Desde que Maduro asumió el poder en 2013 con una diferencia del 1% respecto a su convincente oponente, las bases del chavismo han sido desmanteladas hasta llegar a la alcaldía. Las encuestas se sitúan ahora a un 15% del voto sólido hacia el que avanza Maduro, que puede llegar al 25% si se incluye al chavismo moderado. Sin embargo, una reunión publicada hace una semana de la que se sabe que incluso entre estos grupos existe deseo de cambio de Gobierno. Incluso cuando la economía ha frenado su abundancia en los últimos años, Venezuela ha perdido la cuenta de tercios de su PIB, como si fuera un país en guerra. Lo han entendido incluso más de millones de venezolanos, que es el mayor éxodo de la historia de América Latina. El gobierno de Maduro acaba de darle paso a la oposición, a la que ha sido procesada y encarcelada. En el campo llenamos años respirando un aire asustado.
Así, el equipo de campaña de Maduro asegura que se puede ganar, apoyándose en la llamada estrategia del 1x10x7 (que consiste en que cada elector logra convencer a 10 personas, y ésta, a su vez, y los demás lo son). «El 1×10 no es realista», afirma Tamara, que ya ha convencido a muchos en el pasado. “Hay 10 iraníes que realmente votan dos o tres por el chavismo”. Incluso hoy, algunos familiares que trabajan en la administración pública piden el voto del chavismo. Votará por Edmundo González Urrutia y dice que no se identifica como opositora, sino como «generadora de cambio»: «En 1998 voté por Chávez para un cambio, ahora votaré por un cambio para siempre. «
Douglas Hernández, de 54 años, y Cleimer Márquez, de 49, fueron compañeros en el chavismo. Juega en el partido inicial de Hugo Chávez, en el Movimiento Quinta República, y asciende en las estructuras comunitarias de Antímano, considerado durante años un punto rojo en Caracas, bastión del Gobierno. En su labor política, Douglas coincidió con altos representantes del actual chavismo, como Cilia Flores (esposa de Maduro) y Freddy Bernal, luego llegó a ser presidente de la junta parroquial de su sector, en uno de los casos de descenso del poder local. que eliminó al Gobierno. Antes de que Maduro llegara al poder, Hernández inició su separación del movimiento. Piensa en esta época de años perdidos para tu vida y para el país: “Cuando era militante del chavismo le pedí a Dios que me perdonara porque la revolución fue un tiempo perdido, años de miseria”.
La desesperación de Hernández reveló la ansiedad de Márquez, quien lo acusó de traición en el proceso revolucionario. El voto de Maduro, cuando Chávez cayó en 2013, actuó como un legado político. Márquez fue la voz de la Comuna Luchadores del Comandante Supremo y hoy dice que el único legado que ha dejado el chavismo es que una élite se ha vuelto millonaria. Viví los años de fuga y desánimo, mientras algunos dirigentes del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), mientras caminaban hacia las neredas para hacer labor social, se comprometían a llenar sus maletas y conducir camionetas de lujo. “El PSUV es un partido vivo y de eso te hablé”. Como muchos venezolanos, Márquez tuvo que emigrar en los primeros años de la crisis de la canasta, cuando se quedaron sin alimentos y medicinas. Viví en Perú y regresé hace dos años. “Yo fui quien creyó en el proyecto de Chávez, lo apoyé durante muchos años, una vez hice campaña… Cuéntame qué pasó en un choque, que me hizo malinterpretar, que nos impidió subir de este atolladero”.
Ambos hombres buscan el voto para Edmundo González. También lo hizo desde la base del chavismo, donde sabía que el descontento burbujea. Hernández dice que si el chavismo se proclama ganador, golpeará al gobierno del país. El 28 de julio, día de las elecciones, Márquez recogerá a los votantes en su automóvil. Trabaja como taxista, una oficina de supervivencia, como casi todos en Venezuela. Respecto a las elecciones, aspira a que la gente se quede con dinero para pagarle una carrera y pueda presentarse en cualquier esquina. “También estoy tratando de hacer esto con mis tres hijos: uno de 27, uno de 18 y otros que egresaron de la escuela básica a los 12 años. Para que no tengan que ir allá y que Venezuela esté lista para brindar oportunidades”, dijo sin poder evitar entristecer su voz.
Sin inclinaciones familiares, en 1998, Hernández y Márquez siguieron el fenómeno político que encarnó Hugo Chávez, quien sintió euforia por el parecido cambio que inspiró a la hoy líder María Corina Machado, quien votó por el candidato opositor que quedó excluido de las elecciones por el chavismo. Hace cuarto de siglo, cuando apoyaban al comandante, entonces a militar fuera de la caja, Ambos hombres estaban en la vena. Pedro Macho, socio de una línea de transporte público en un barrio del este de Caracas, hizo su voto para que Chávez llegara al poder y fuera reelegido por primera vez. Por tercera vez, en 2012, la corrupción que ha mostrado sus efectos en la evolución de la vida de las personas ha cambiado el país. También los compraron en el autobús y no querría volver a comprar uno nunca más.
Hay un sector del chavismo, el más creyente, que se congeló el día de la muerte de su líder, en marzo de 2013. Separa la idea de Chávez de la que acabó estando en el mandato de Maduro. En este grupo aparecieron algunos ex ministros de Chávez, quienes formaron una disidencia que torpedeó al chavismo en el poder. Incluso partidos políticos de origen nacional, como Tupamaro o el Partido Comunista de Venezuela, que antes eran libres de gluten en el oficialismo; también por las organizaciones opositoras que han perseguido, intervenido judicialmente y despojado de sus símbolos y sus placas electorales para criticar el futuro de la revolución bolivariana. Ni Hernández ni Márquez son exos. «Usted habló durante 10 minutos con Chávez y lo aplaudí, pero reconocí que el primer responsable de todo lo que estamos viviendo es él».
Entre los desencantados con el chavismo existe la creencia de que el 28 de julio ha cambiado. La otra dimensión de los pequeños que son la base del apoyo a Maduro formó parte del movimiento. Ante el poder de intimidación que ha despreciado el oficialismo en los últimos meses -y que agarra vuelo a medida si respecto a la fecha de las urnas- responden que no tienen miedo. “Le llevaremos un taxímetro a todo el mundo”, afirma Tamara Almeida.
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