Siempre hay muchas oportunidades para contar una historia brutal resultante. El área de interés, Novela de Martín Amis publicada en 2014, fue un bofetón para los jóvenes que nunca tienen por qué tener humor ante las peores tragedias. Una comedia negra, llena de sarcasmo, sobre un triángulo amoroso, sobre un oficial nazi, su comandante y su esposa, ambientada en la zona de interés, es decir, la zona cercana al campo de exterminio donde se ubican las lujosas dependencias del trabajadores, también de las fábricas donde se explotaba a la élite interna para producir en lugar de morir. Con otro carácter polémico: un juicio sobre quienes colaboraron con los verdes de su pueblo. A través de este último entendimos lo macabro que habría ocurrido al otro lado del valle mientras los militares y sus familias disfrutaban de sus cocteles. La novela tiene problemas editoriales en algunos países y ha recibido críticas por su tono satírico. Es brillante.
la pelicula El área de interés, Ganadora del Oscar en película internacional y disponible en Filmin y Movistar Plus+, si te apropias de la historia sin recordar en ningún caso sus elementos. Sin humor destructor. No hay diálogos chisposos como los de Amis. No es una historia de amor furtiva. No hay ningún narrador al otro lado del valle, donde se hacinan los que van a ser asesinados. Aquí todo es placidez, silencio (la mayoría de las conversaciones se producen en segundo plano) y una impresionante fotografía para retratar la vida cotidiana en la residencia, con piscina y bonitos jardines, del comandante de Auschwitz, Rudolf Höss (que puede inspirar la novela , pero en él le pone otro nombre: Paul Doll). Ya no es necesario chupar todo. Si es divino. El horror está en la mente del espectador, que conoce el contexto. Aunque aparezca en pequeños detalles, la historia que surge de las chimeneas, o el sonido (también ganó el Oscar de esta categoría), porque a veces se escuchan ruidos siniestros o gritos a los que estas personas no prestan atención. También es brillante. De otra manera.
El director, Jonathan Glazer, pudo haberse horrorizado por los derechos que tenía el cobrado Martin Amis, pero no fue porque se uniera al espíritu de una comedia negra para construir un drama de tensión nunca explicada. El mensaje es el mismo: el nazi, mientras sea más criminal que un régimen criminal en sí mismo, es un tipo normal, incluso vulgar, que cree que sólo está cumpliendo con su deuda. Pero hay algo que destaca de él, y es que muestra una obscena indiferencia ante el destino de otros humanos serios. El exterminio es un trabajo como cualquier otro.
Höss tiene su esposa, cinco hijos, un perro y un perro al que le gotea la leche. Si alguien más intenta atacarlo (también lo hizo Hitler). Su mayor preocupación es cambiar de destino pero su mujer (más indignada que ella por la frivolidad) está muy de su gusto allí, con su jardín cerca de los cuernos del crematorio. No tenemos por qué identificarnos con ellos, claro que no, pero en ningún momento lo vemos como un monstruo. Porque la crueldad o el odio no son hijos de monstruos. Él está en nosotros. No, somos tanta gente a la que le duele tanto.
Para estos personajes que se deshumanizaron ante los demás, era agradable vivir sin tener que pasar nunca al otro lado del valle. Nada se compara con el Holocausto, porque no hiciste bien en calificar a los nazis de malos, ni de genocidas. Pero ocurren varias atrocidades que tienen un mismo cómplice: la indiferencia. Lo dijo Glazer en la gala de los Oscar, en la grabación de las víctimas de Hamás y los civiles gazatíes, y los llovieron palos. Acaban de contar los 40.000 muertos en Gaza. Un ministro israelí creía que era «correcto y moral» dejar morir el amor entre millones de palestinos y quejarse de que el mundo no lo regala. El mensaje de Glazer es contundente, pero incluso él lo malinterpreta.
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