Bella Lugosi | Televisión | EL PAÍS

Bella Lugosi | Televisión | EL PAÍS

Hace apenas un año la entrevista a David J. Skal para este mismo periódico. Una encantadora conversación sobre monstruos, fantasmas, moros y vampiros. Te acompañamos a tu editorial Espop al final del día. Drácula de George Melford, me preguntó si iría a Sitges con mi película. Le dije que sí y le dije: “Me encantará verlo. Nos vemos en Sitges”. Nos enviamos allí, junto con el agua sucia del suelo de la pesquería adyacente, mientras yo tenía el presentimiento de que Skal no iría a Sitges. Murió en Año Nuevo, en un accidente provocado por un manejador borracho. Mi premonición no incluía algo más fácil: que mi película no llegaría a Sitges.

Hola, un año de este breve encuentro, hola viendo las películas más pequeñas de la filmografía de Bela Lugosi, ese actor húngaro, sombra de su propio mito, sobre lo que tanto escribió Skal. Hay algo hermoso en esas películas repetitivas y predecibles, llenas de tropos hechos a mano, árboles de cartón piedra y actores que no triunfan. Lugosi repite una o dos veces el mismo papel, atrapado en un encantamiento o algo peor: un contrato. Algunos son parroquiales. Otros, copias burdas de otros mejores; la fosfatina en la que se convierten sus hijos, directores, directores y actores. Artistas que quieren hacer algo memorable y que se reparten entre los títulos que sólo salva la nostalgia.

Desazón a ver me invade El fantasma invisible (película menor, incluso menos que la primera vez) con su argumento simple pero inexplicable. Sí la casa encantada y Lugosi es, de nuevo, tomado por un hechizo que le impide marzo con Ava Gardner. Revisado Zombis en Broadway (que es necesario) y te responderé sobre tu propia figura, como sobre tu compañero de departamento Darby Jones (Carrefour en Iras con un zombie). Tengo un desnudo muy fuerte en mi dormitorio por el que sólo pasaré mientras me pregunto. Pero no creo que Bela Lugosi quisiera que sus películas salieran a la luz. A Skal, para seguir con vida, se le ocurriría una teoría. Pero en el reino de los muertos están los dos, y estamos vivos los que deben entender por qué las películas no son necesarias, los que nadie pide, los que pasan por nuestras vidas, los que se buscan en nuestros hijos, en nuestras pescadillas. , y nosotros que nos registramos en estos raros momentos de conciencia, cuando estamos desesperados por las drogas y vemos nuestra propia vida como una de esas películas de terror inquietantes y ridículas.